Eje intestino-hígado-microbiota

En los últimos años se ha puesto de moda «inventarse» ejes en el cuerpo. Eje intestino-cerebro, eje intestino-piel, eje cerebro-corazón y así un largo etcétera. Cuando hablamos de ejes, a lo que nos referimos es a las interacciones entre distintos órganos. A ver, voy a aclarar mis palabras. No es que nos estemos inventando cosas. Nuestro cuerpo es complejo y cada parte se relaciona con otras de diferentes maneras. ¿Por qué ahora estamos hablado tanto de distintos ejes? En mi opinión es porque en los últimos tiempos la medicina se había ido superespecializando. Han ido apareciendo especialistas en distintos órganos, partes o enfermedades. Especialista en manos, especialistas en diabetes mellitus, especialistas en retina. Esto en sí no es malo. Nos ha ayudado a conocer mejor nuestro cuerpo y a aprender a curar mejor algunas enfermedades. Pero ha hecho que perdamos la visión de conjunto.

Es en este contexto que ha surgido con mas fuerza corrientes más integrativas, que tratan de recuperar un enfoque más global de la medicina. Yo creo que no son visiones incompatibles, sino que se pueden ayudar mutuamente.

Y, después de esta reflexión, vamos a centrarnos en el tema de hoy. El eje intestino-hígado-microbiota.

¿Cómo se relacionan el hígado y el intestino?

Gran parte de la sangre proveniente del intestino delgado y del colon pasa por el hígado a través de la vena porta. De hecho, el 75% de la sangre que pasa por el hígado proviene del intestino. Y ¿qué le llega a través de la circulación portal? Le va a llegar los nutrientes que se absorben, los restos de los ácidos biliares que se reabsorben y distintos metabolitos microbianos (es decir, sustancias producidas por la microbiota). El hígado es el encargado de almacenar algunos de esos nutrientes, metabolizar distintas sustancias y distribuir hacia el resto del organismos distintos productos.

Las sustancias que llegan al hígado desde el intestino pueden ser buenas o malas. Ejemplos de sustancias buenas son los ácidos grasos de cadena corta como el ácido butírico que seguro que te suena, también vitaminas, minerales, antioxidantes. Y de sustancias malas, las endotoxinas de algunas bacterias o micotoxinas de algunos hongos, tóxicos que se encuentran en algunos alimentos, especialmente de los procesados (conservantes, colorantes, aromas artificiales) o alcohol. Qué metabolitos pasarán a la vena porta depende de la salud de la pared intestinal, del sistema inmune y de la microbiota. Y también de la calidad de nuestra dieta de qué le demos de comer a las bacterias.

Por otro lado el hígado también va a segregar a través de la bilis distintas sustancias que van a afectar a la salud del intestino y de la microbiota. La bilis está compuesta de sales biliares, colesterol, fosfolípidos, bicarbonato, IgA secretora (un compuesto con propiedades inmunitarias) y otras sustancias antimicrobianas.

Así que, como ves, la interacción es bidireccional. La calidad de los nutrientes y metabolitos que se absorben desde el intestino van a afectar a la salud del hígado y la calidad de la bilis va a tener un impacto sobre la salud del intestino y de la microbiota.

Enfermedades del hígado

El hígado puede enfermar por distintas razones:

  • Infecciones: por ejemplo, las hepatitis víricas (hepatitis A, hepatitis B, etc) o por infecciones bacterianas (colangitis, abscesos)
  • Trastornos metabólicos del hígado: se produce lo que se conoce como hígado graso. Una de las causas es el consumo excesivo de alcohol, otra es por mala alimentación y alteraciones de la microbiota.
  • Tóxicas, por distintas toxinas.
  • Autoinmunes, como la hepatitis autoinmune, la cirrosis biliar primaria, colangitis esclerosante primaria.
  • Cáncer.

La evolución de estas enfermedades puedes acabar en cirrosis, que es la fibrosis y el deterioro de la estructura y la función del hígado. En los últimos tiempos se está viendo la importancia de mantener una buena salud intestinal y de nuestra microbiota para evitar que las enfermedades hepáticas aparezcan o progresen. Por ejemplo, hay pacientes con SIBO que desarrollan hígado graso. O pacientes con cirrosis que se descompensan y empeoran por desequilibrios de la microbiota. Es por esto que se están estudiando tratamientos como el trasplante fecal, el uso de fagos o postbióticos como parte del tratamiento de distintas enfermedades hepáticas.

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Durante los últimos 20 años he trabajado en distintos hospitales haciendo una medicina que no me satisfacía plenamente.

Por eso ahora trabajo de manera diferente.

Trato de conocer al paciente de una manera integral para descubrir la raíz de sus problemas, identificar sus características únicas y así poder diseñar un plan acción individualizado, holístico y efectivo.

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Dra. Ana Esteban

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